

El 25 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, declarado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1999. En el marco de esta fecha, la investigadora del CONICET en el Instituto de Psicología Básica, Aplicada y Tecnología (IPSIBAT, CONICET-UNMDP) Ana Ostrovsky explica cómo surgió esta efeméride y de qué manera se resignifica en la actualidad. “La fecha se instaló a partir del asesinato de las tres hermanas Mirabal en República Dominicana en 1960. Ellas luchaban por los derechos de las mujeres en medio de la dictadura instalada en aquel país. Esta efeméride convoca a la conciencia sobre la lucha de las mujeres contra la violencia, que va desde los micromachismos o violencias simbólicas más sutiles, hasta el exterminio físico”, afirma la científica.
La especialista señala que la violencia física es la punta de un iceberg de otras violencias, que pueden ser simbólicas, políticas, sociales y económicas, entre otras, donde el femicidio es la forma más extrema y rotunda. “Quienes investigamos sabemos que estas violencias están entrelazadas. No se encuentran la violencia económica y la simbólica aisladas del exterminio de mujeres. Desde el sentido común se entretejen discursos que subordinan a las mujeres, las cosifican con discursos que tienen como última consecuencia la violencia física. Pero tenemos en claro que para evitar este último paso hay que reconocer y combatir todos los tipos de violencia”, sostiene la investigadora.
Y añade: “La ciencia es una empresa social y por eso no está ajena a los valores sociales en un momento dado. En sociedades donde hay machismo, etnocentrismo, racismo y misoginia, no se puede esperar que la ciencia sea neutral y no tenga los mismos sesgos de la sociedad de la cual forma parte. La ciencia ha sido, muchas veces, vehículo de legitimación y justificación de valores que se traducen en violencia hacia las mujeres, pero también motor de señalamiento de injusticias epistémicas”.
Ostrovsky describe que la violencia dentro del sistema científico se hace evidente, por ejemplo, cuando vuelve secundario el papel de las mujeres como científicas o cuando la producción de conocimiento asume al varón blanco occidental como su principal parámetro. Y agrega que esta condición generó que, por ejemplo, se utilizaran valores científicos para justificar que las mujeres no tengan los mismos derechos civiles. “Que las mujeres no votasen era violencia política y durante mucho tiempo no tuvieron la misma voz que un varón. Desde la ciencia se planteaba que el cerebro de ellas tenía menos circunvoluciones y por lo tanto su inteligencia era más precaria y más proclive a ser sugestionada y entonces ese voto no podía valer lo mismo que el de un hombre”.
Ostrovsky se dedica a investigar la psicología de la mujer en su carrera científica, una asignatura que surgió a fines del siglo XIX como disciplina autónoma de conocimiento. De acuerdo con la investigadora, la psicología tomó, tradicionalmente, al varón como parámetro y se desarrolló como ciencia y profesión tomando como única fuente de conocimiento epistemológico al varón, mientras las mujeres eran entonces definidas como lo no varón, el otro respecto del varón o el segundo sexo. “Las mujeres fueron definidas durante mucho tiempo y validadas por la ciencia en oposición al varón que es considerado racional y proactivo en sus habilidades de dominio del mundo, entonces la mujer es emocional, ‘para adentro’, hábil en la casa, para cuidar a los demás. En estos pares de activo-pasivo, adentro-afuera se constituyó todo el saber psicológico. Pero también hay una ciencia crítica, que va de la mano de los feminismos, que ha podido interpelar a la ciencia y realizar una crítica de esos sesgos”, reflexiona la psicóloga.
“En la historia de la psicología encontramos que se reforzaron conceptos como el de mala madre o mujeres contra-natura cuando no deseaban maternar. Este deseo era visto como un instinto, entonces la decisión de no tener hijos se patologizó: si no deseas ser madre tenés una condición perversa que debe ser tratada. Este diagnóstico causó angustia y preocupación a muchas mujeres a lo largo de la historia y está vinculado a un sesgo androcéntrico que ubica a la mujer en un terreno muy específico de la casa y de la reproducción”, asevera Ostrovsky.
La investigadora resalta que, en muchas ocasiones, la violencia también fue patologizada y por eso es importante estudiar la historia de la psicología con perspectiva de género. Y puntualiza: “Si una mujer es maltratada y no se va del lugar del maltrato muchas veces es culpabilizada y se asume que no quiere salir. Pensarlo así, como si fuese una condición psíquica individual, es también un tipo de violencia. “Históricamente se culpabilizó a la víctima y eso está cambiando paulatinamente, aunque los cambios son lentos. Si bien sabemos que la ciencia cambia rápido, los prejuicios tienen otros tiempos, van de generación en generación, aunque a veces hay mucha información y concientización sobre la violencia hacia las mujeres los prejuicios actúan y están a la orden del día y eso incluye a toda la sociedad, también a quienes hacen ciencia”, reflexiona Ostrovsky.
Fuente: Conicet