

El pie diabético continúa siendo una de las complicaciones más severas asociadas a la diabetes mellitus, una enfermedad que afecta a más del 8,5 % de la población adulta en Argentina. Se estima que uno de cada seis pacientes con diabetes desarrollará algún grado de lesión en sus pies a lo largo de su vida. Y lo más alarmante: una gran parte de las amputaciones no traumáticas podría evitarse con diagnóstico temprano y cuidados adecuados.
Las cifras hablan por sí solas. Según datos recopilados en hospitales nacionales, entre el 5 % y el 15 % de los pacientes con pie diabético terminan enfrentando una amputación. Sin embargo, hasta el 85 % de estos casos podría prevenirse con intervenciones tempranas y acceso a equipos especializados.
Para comprender mejor esta problemática y su abordaje desde la podología, Carina Guevara, licenciada en Podología y docente de la Universidad Maza, detaca que "toda persona con diabetes tiene un pie de riesgo. El control periódico y la atención interdisciplinaria son fundamentales para evitar que ese riesgo evolucione hacia una patología grave".
Cómo se desarrolla el pie diabético
Las úlceras, heridas abiertas que no cicatrizan correctamente, son el principal signo de alerta. Estas lesiones pueden progresar rápidamente hacia infecciones severas, gangrena e incluso amputaciones. Las causas más frecuentes están directamente ligadas a las complicaciones de la diabetes:
Neuropatía diabética: provoca pérdida de sensibilidad, lo que impide detectar heridas o roces.
Vasculopatía: el daño en los vasos sanguíneos dificulta la cicatrización.
Infecciones: las heridas infectadas, incluso pequeñas grietas, pueden agravarse por la mala circulación y el debilitamiento del sistema inmune.
Frente a este panorama, el rol del podólogo se vuelve esencial. Guevara explica que hay signos de alarma que nunca deben pasarse por alto: enrojecimiento, aumento de la temperatura en el pie, callos persistentes, heridas que no cierran, deformidades, mal olor o piel seca y agrietada. Todos estos síntomas deben motivar una consulta médica inmediata.
La prevención empieza por casa
La especialista insiste en que la inspección diaria de los pies es una herramienta clave: "Revisar los pies todos los días permite detectar cambios a tiempo. Incluso puede usarse un espejo para ver la planta del pie". Además, recomienda seguir estos hábitos:
-Lavar los pies con agua tibia y jabón neutro, y secarlos bien, especialmente entre los dedos.
-Hidratar la piel (excepto entre los dedos) para prevenir grietas.
-Usar calzado cómodo y calcetines de algodón, evitando siempre andar descalzo.
-Mantener controlada la glucemia y evitar el tabaquismo.
-Realizar controles periódicos con el podólogo.
El valor del abordaje podológico
Los tratamientos podológicos no solo alivian molestias, sino que cumplen un rol preventivo fundamental. La correcta atención de callosidades, uñas encarnadas o deformidades ayuda a evitar la formación de úlceras. A esto se suma el uso de plantillas ortopédicas personalizadas, que redistribuyen la presión sobre el pie, y la elección de un calzado adecuado que minimice riesgos.
Por otro lado, la educación es un pilar esencial. "Informar al paciente sobre cómo cuidar sus pies y cuándo consultar puede marcar la diferencia entre una herida que se cura y una amputación", subraya Guevara.
Diagnóstico temprano: un paso decisivo
El podólogo, como integrante del equipo de salud, cumple un rol clave en la atención primaria. Mediante controles periódicos, evalúa el estado de la piel, la sensibilidad, la biomecánica del pie y posibles alteraciones vasculares o neurológicas. Esta vigilancia permite detectar problemas en etapas iniciales y actuar antes de que se agraven.
En definitiva, evitar complicaciones severas es posible. El pie diabético no tiene por qué ser un destino inevitable para las personas con diabetes. Con conciencia, prevención y atención especializada, se puede proteger la salud y la calidad de vida de miles de pacientes.
Fuente: Argentina Investiga