

La obesidad es una enfermedad crónica, compleja y multifactorial que afecta a millones de personas en la Argentina y el mundo. Lejos de limitarse a un problema estético o de voluntad, su impacto sanitario es cada vez más evidente: aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, hipertensión y trastornos metabólicos. Pero, además, comienza mucho antes de lo que se cree. “Estamos viendo que la obesidad se origina en el vientre materno”, advierte la médica clínica obesóloga Sandra Andino, miembro de la Sociedad Argentina de Cirugía de la Obesidad (SACO).
Según explica, factores genéticos, hormonales y metabólicos presentes durante el embarazo pueden condicionar el futuro desarrollo del niño. “Madres con insulinorresistencia, obesidad o diabetes tienen más probabilidades de tener hijos con obesidad en la adolescencia y adultez. Por eso es fundamental comenzar la prevención desde la concepción”, enfatiza.
Enemigo silencioso
La acumulación de grasa abdominal y los mediadores inflamatorios que libera el tejido adiposo -lo que se conoce como adiposopatía- son los responsables de muchas de las complicaciones asociadas. De hecho, por cada 0.1 unidad que aumenta el Índice Cintura Cadera (ICC), el riesgo de enfermedad cardiovascular crece un 20%. El perímetro abdominal, tanto en adultos como en niños, es hoy una de las medidas clave para evaluar la gravedad del cuadro.
“La grasa centrípeta es la que se infiltra en órganos como el hígado, el riñón o el páncreas. Cuando hablamos de hígado graso, enfermedad cardio-renal o diabetes tipo 2, hablamos de consecuencias directas de esa obesidad”, detalla Andino. Por eso, sostiene, el tratamiento debe comenzar de inmediato una vez realizado el diagnóstico.
La pandemia de COVID-19 marcó un antes y un después en la salud de niños y adolescentes. El encierro, la falta de actividad física y el aumento del estrés contribuyeron a disparar los casos de obesidad infantil, muchas veces asociada al uso de psicofármacos. “La mayoría de los chicos con trastornos del desarrollo están medicados con fármacos que pueden provocar obesidad secundaria”, indica la médica.
A eso se suma un entorno obesógeno donde la publicidad, los ultraprocesados y las bebidas azucaradas abundan. “Vivimos en una cultura del picoteo, con dificultades de inserción laboral y escolar, problemas de sueño, estrés y depresión. Todo eso también impacta en la salud metabólica”, subraya.
Frente al elevado índice de sobrepeso y obesidad -más del 40% en niños y adolescentes, según datos de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN)-, los especialistas insisten en abandonar el paradigma de la dieta restrictiva y promover una alimentación saludable, variada y posible. “La composición ideal es 30% grasa, 20% proteínas y 50% hidratos de carbono”, precisa Andino.
La magíster en Nutrición Laura Fantelli Pateiro, también integrante de SACO, pone el foco en la educación alimentaria. “La población argentina carece de conocimientos sobre cómo alimentarse. Hay que trabajar con información clara, evitar el intrusismo de influencers o coaches y promover políticas que faciliten el acceso a alimentos saludables”, sostiene.
También apunta que, si bien el etiquetado frontal es una herramienta valiosa, aún presenta limitaciones. “Los octógonos negros no siempre logran transmitir el mensaje esperado, generan dudas y deben ir acompañados de una mejora integral en educación, publicidad y regulación alimentaria”, propone.
Abordaje interdisciplinario
Andino destaca la importancia del ejercicio físico, especialmente de fuerza o resistencia, en el tratamiento de la obesidad infantil. “Más que correr, sirve hacer muchas repeticiones con bajo peso. Eso ayuda a reducir la inflamación del músculo y mejora el estado general”, explica.
El tratamiento debe contemplar también el apoyo psicológico, terapias conductuales y, en casos seleccionados, la farmacoterapia con agonistas del receptor GLP-1 como liraglutida o semaglutida, que reducen el apetito y la inflamación sistémica. En los cuadros más graves, la cirugía bariátrica puede ser una alternativa, siempre bajo los criterios consensuados por las sociedades científicas.
Pero nada de esto tiene impacto sin el compromiso del entorno. “La familia debe participar en la terapia. Es el principal efector del tratamiento”, afirma la médica.
Finalmente, a modo de resumen, Fantelli Pateiro enumera ocho factores fundamentales para combatir la obesidad: