miércoles 09 de julio de 2025 - Edición Nº2408

INVESTIGACIÓN + TRATAMIENTO | 8 jul 2025

Semaglutida, entre la revolución terapéutica y los desafíos éticos del nuevo mercado del peso

La droga que transformó el tratamiento de la diabetes tipo 2 y la obesidad ya tiene su versión nacional. Accesibilidad, impacto sanitario y alertas sobre el uso extendido de un fármaco que no reemplaza los cambios de hábito. Luz de alarma por casos de pancreatitis aguda asociados al uso sin control médico.


 

La semaglutida es, sin dudas, una de las drogas más disruptivas de los últimos años. Desarrollada por el laboratorio danés Novo Nordisk y popularizada bajo las marcas Ozempic® y Wegovy®, este fármaco modificó el abordaje de enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2 y la obesidad con comorbilidades. En Argentina, su impacto se potenció con la llegada de Dutide, la versión local desarrollada por Laboratorio Elea, ya disponible tanto en formulación oral como inyectable, con un precio hasta un 80 % menor que su competencia internacional.

Un cambio clínico y de mercado

La semaglutida es un agonista del receptor GLP-1 que estimula la secreción de insulina, reduce el apetito y favorece la pérdida de peso. En personas con diabetes tipo 2, permite un control más eficaz de la glucemia y reduce riesgos asociados como enfermedades cardiovasculares o daño renal. En personas con obesidad, ha demostrado una pérdida sostenida de peso superior al 15 % en poco más de un año.

Este efecto hizo que, rápidamente, el medicamento trascendiera el campo de la endocrinología y pasara a ocupar un lugar en el debate público sobre cuerpo, salud y acceso a tratamientos. En paralelo al lanzamiento del producto nacional, Novo Nordisk redujo el precio de Ozempic hasta un 50 %, inaugurando una fuerte competencia que podría beneficiar a pacientes, prestadores y financiadores del sistema de salud.

“La llegada de la semaglutida oral y ahora la inyectable permite ofrecer a los pacientes una alternativa más cómoda, accesible y eficaz”, señala el Matías Deprati, director médico de Elea mientras que Roxana Ratto, asesora médica del laboratorio, apunta que “la semaglutida es eficaz para controlar la glucosa y promover pérdida de peso, dos factores clave en pacientes con diabetes tipo 2”.

Voces que alertan

Pero no todas las miradas son optimistas. Desde el campo de la nutrición clínica, especialistas plantean reparos sobre el uso extendido del medicamento en personas sin indicación médica precisa. Para Valeria Schapira, nutricionista especializada en enfermedades crónicas, “es fundamental aclarar que no se trata de una ‘pastilla mágica’ para bajar de peso”. Y agrega que “la semaglutida puede ser una herramienta útil en ciertos casos, pero el descenso de peso sin educación alimentaria ni acompañamiento profesional puede ser transitorio y riesgoso”.

Por otro lado, se multiplican los casos de uso off-label, especialmente en personas que no padecen obesidad ni diabetes, pero buscan un acceso rápido a una solución farmacológica para bajar algunos kilos. En redes sociales, se venden dosis fraccionadas sin control médico, lo que genera preocupación sobre posibles efectos adversos, uso abusivo y estigmatización del cuerpo.

“El medicamento puede contribuir a la pérdida de peso, pero no enseña a comer, no cambia el entorno y no reemplaza el trabajo con las emociones, la ansiedad o el sedentarismo. Pensarlo como solución única es un error clínico y cultural”, remarca la licenciada Natalia Arguello, miembro del equipo de alimentación saludable del Hospital de Clínicas.

Pancreatitis: alerta en Reino Unido

En este contexto de expansión acelerada del uso de semaglutida, una reciente advertencia de la Agencia Reguladora de Medicinas y Productos Sanitarios del Reino Unido (MHRA) volvió a encender las alarmas. A través de una nota de prensa, el organismo pidió la colaboración de personas hospitalizadas por pancreatitis aguda para investigar si existe una predisposición genética a desarrollar esa complicación en quienes usan agonistas GLP-1 como Ozempic.

La información fue rápidamente reproducida por medios internacionales, señalando una “alarma” por diez muertes y cientos de casos reportados en Reino Unido. Sin embargo, ni la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) ni la Agencia Española del Medicamento registraron desviaciones respecto de la frecuencia esperada de este efecto adverso (menos del 0,5 % según ensayos clínicos), y no consideraron necesarias medidas adicionales de control. Expertos como el endocrinólogo Cristóbal Morales, del Hospital Virgen Macarena de Sevilla, remarcó en una nota al diario El País que son medicamentos seguros, pero advirtió que “lo riesgoso es el uso masivo, muchas veces con fines estéticos, y sin seguimiento médico”.

Por su parte, la endocrinóloga Andreea Ciudin, del Hospital Vall d’Hebron, en el mismo medio español señaló que una parte del problema radica en el mal uso del diagnóstico de pancreatitis y en la interpretación errónea de análisis clínicos: “Sabemos que estos fármacos pueden elevar un poco las enzimas pancreáticas de forma asintomática, sobre todo al inicio, pero eso no significa que haya daño”.

Ciudin fue enfática y dijo que “esta medicación es seria, se tiene que pautar por equipos multidisciplinares, por médicos con experiencia. No se pueden usar a la ligera ni recetar para una ‘operación bikini’. Son tratamientos para enfermedades crónicas, no para jugar”.

Efectos, límites y alcances

En estudios clínicos, la semaglutida mostró eficacia en la reducción de hemoglobina glicosilada y peso corporal, con una mejora sostenida en indicadores cardiometabólicos. Sin embargo, sus efectos se mantienen solo mientras se utiliza el tratamiento. Al suspenderlo, se observa una recuperación de hasta dos tercios del peso perdido en un año.

Entre los efectos adversos frecuentes se incluyen náuseas, vómitos, diarrea, constipación y, en casos aislados, pancreatitis o litiasis biliar. El medicamento está contraindicado en pacientes con antecedentes de cáncer tiroideo o ciertos síndromes genéticos.

Además del control clínico, nutricionistas y médicos advierten sobre el impacto emocional que puede tener su uso no indicado: frustración tras el rebote, reforzamiento de ideales de delgadez extrema o desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria.

La disponibilidad nacional de un medicamento como Dutide representa un avance en términos de acceso y soberanía sanitaria, pero sin dudas su utilización requiere criterios clínicos claros, regulación efectiva, educación sanitaria y seguimiento interdisciplinario. No se trata solo de precios ni de eficacia, sino de contextualizar su uso dentro de una estrategia integral de cuidado de la salud.

Mientras el mercado se reconfigura, persisten los interrogantes de fondo: la medicalización de problemáticas que también tienen raíces culturales, sociales y ambientales, y el riesgo de que una herramienta terapéutica se transforme en un producto de consumo masivo, más allá de las indicaciones clínicas.

 

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