

Un nuevo informe del Commonwealth Fund revela que, a pesar de liderar el ranking mundial en gasto sanitario, el país norteamericano ocupa el último lugar entre diez naciones de altos ingresos evaluadas en términos de acceso, equidad, eficiencia y resultados en salud.
“Mirror, Mirror 2024” es la edición más reciente de una serie de estudios comparativos que este centro de investigación con sede en Nueva York realiza desde 2004. En esta entrega, el informe analiza setenta indicadores agrupados en cinco dimensiones: acceso a la atención, proceso de atención, eficiencia administrativa, equidad y resultados sanitarios. El trabajo pone el foco en países con distintos modelos pero con algo en común: altos ingresos y capacidad estatal para garantizar el derecho a la salud.
Los países evaluados fueron Australia, Canadá, Francia, Alemania, Países Bajos, Nueva Zelanda, Suecia, Suiza, Reino Unido y Estados Unidos. La metodología del informe combina fuentes estadísticas internacionales con encuestas a pacientes y profesionales de salud. El resultado es contundente: Estados Unidos ocupa el décimo puesto en el ranking general, muy por detrás del resto, y con un desempeño especialmente débil en acceso, equidad y resultados.
El podio lo lideran Australia, Países Bajos y Reino Unido, tres países con sistemas universales, fuertes mecanismos de regulación estatal y una combinación variable de prestadores públicos y privados. En contraste, el modelo estadounidense sigue estructurado como un mosaico fragmentado y fuertemente mercantilizado, donde la atención médica es un bien transaccional y no un derecho garantizado.
Estados Unidos es el país que más dinero destina al sistema de salud en proporción a su producto bruto interno: 16,5% en 2022, con una proyección que podría llevar ese número al 20% hacia 2035. Sin embargo, ese gasto no se traduce en mejores resultados. La esperanza de vida al nacer es cuatro años menor que el promedio del grupo de países analizados, presenta el mayor número de muertes evitables y muestra un fuerte retroceso en indicadores ligados a enfermedades crónicas, salud mental y violencia. Más de 100.000 personas murieron por sobredosis y otras 43.000 por armas de fuego solo en 2023.
En el análisis por dominios, el informe señala que Estados Unidos se ubica en el último lugar en acceso a la atención y a diferencia del resto de los países evaluados, no garantiza cobertura sanitaria universal. En 2022, 26 millones de personas no contaban con ningún tipo de seguro médico, y muchas otras tenían coberturas insuficientes, con deducibles altos, copagos elevados y restricciones por tipo de plan. Las demoras para recibir atención y la carga financiera que representa enfermarse son recurrentes. Países como los Países Bajos, Alemania o el Reino Unido, en cambio, ofrecen cobertura universal, gratuita o con costos regulados, y protecciones financieras para evitar que el acceso a la salud se convierta en una causa de endeudamiento.
Inequidad e ineficiencia
En equidad, el panorama es igualmente adverso. El informe documenta grandes desigualdades en el acceso y la calidad de la atención según el nivel de ingresos, la raza, la etnia o el lugar de residencia. Las personas de bajos recursos enfrentan mayores barreras para acceder a servicios básicos y suelen postergar tratamientos por motivos económicos. Las poblaciones racializadas reportan niveles más altos de discriminación y menor confianza en el sistema. En este rubro, Australia, Alemania y Reino Unido aparecen como los países con mejores indicadores de equidad.
La dimensión de resultados sanitarios es donde el sistema estadounidense muestra su mayor debilidad. El país ocupa el último lugar en esta categoría, con indicadores críticos en mortalidad infantil, esperanza de vida y muertes prevenibles. La pandemia de COVID-19 agravó estas tendencias, con impactos especialmente graves en la población menor de 75 años. El informe destaca, además, la persistencia de la crisis por sobredosis de opioides, la violencia armada y el acceso insuficiente a servicios de salud mental.
En cuanto a eficiencia administrativa, Estados Unidos vuelve a ubicarse en el fondo de la tabla. El sistema está atravesado por múltiples aseguradoras privadas, procedimientos de facturación complejos, disputas por cobertura y una carga administrativa que recae tanto en pacientes como en profesionales de la salud. El tiempo dedicado a trámites burocráticos es significativamente mayor que en otros países. En este aspecto, Australia y Reino Unido se destacan por sus modelos integrados y menos fragmentados.
La única categoría donde Estados Unidos muestra un desempeño relativamente bueno es en el proceso de atención, donde se ubica en el segundo lugar, impulsado por buenos resultados en prevención, calidad hospitalaria, seguridad del paciente y acceso a tecnologías de punta. Programas como Medicare, que establecen estándares de calidad e incentivos al desempeño, explican parte de este rendimiento. Sin embargo, el informe subraya que los avances en calidad de atención no logran compensar los déficits estructurales en acceso, equidad y resultados.
En sus conclusiones, el Commonwealth Fund afirma que Estados Unidos necesita una reforma estructural profunda. Las recomendaciones incluyen garantizar la cobertura sanitaria universal, establecer estándares mínimos de acceso, fortalecer la atención primaria, reducir la complejidad administrativa y abordar las causas sociales que explican la desigualdad en salud, como la pobreza, el racismo, la violencia y la falta de políticas de cuidado. También se destaca la necesidad de limitar la consolidación corporativa de prestadores, aseguradoras y laboratorios, que hoy concentran poder económico y político sobre el sistema.
El informe plantea, finalmente, una advertencia que excede el caso estadounidense. Aunque su situación parece extrema, las tendencias que lo atraviesan -mercantilización de la salud, desigualdad creciente, debilitamiento de lo público- son compartidas, en distinta escala, por otros países. La crisis del sistema de salud estadounidense expone los riesgos de convertir la atención médica en un producto de mercado y de dejar la salud en manos de actores que responden a intereses financieros antes que sanitarios.
Fuente: The Commonwealth Fund, Mirror, Mirror 2024: A Portrait of the Failing U.S. Health System – Comparing Performance in 10 Nations, septiembre de 2024.