sábado 16 de agosto de 2025 - Edición Nº2446

PUNTO DE VISTA | 14 ago 2025

Opinión

Top Ten en Salud: lecciones de los países líderes y qué puede aprender Argentina 

Qué naciones logran los mejores indicadores sanitarios y cómo lo hacen. El peso de los determinantes sociales, el rol del Estado y el lugar que ocupa Argentina en el mapa global de la salud.


Cada tanto, mirar hacia afuera nos sirve para mirarnos hacia adentro. En este análisis, seleccioné 19 indicadores clave para evaluar el estado de salud de los países, cruzando datos del Banco Mundial, la OMS y UNICEF. El resultado es un ranking que encabezan Noruega, Islandia, Luxemburgo, Suecia, Alemania, Dinamarca, Países Bajos, Austria, Finlandia y Australia.

Estos países comparten algo más que estadísticas: niveles bajísimos de mortalidad infantil y materna, desnutrición casi inexistente, un gasto público en salud que supera el 80% del total y un gasto de bolsillo que no llega al 16%. Sus mayores de 25 años tienen, en promedio, un 94% de educación secundaria completa. Y destinan cerca del 10% de su PBI a salud, lo que significa entre 6.000 y 8.200 dólares per cápita.

No es solo dinero. Hay naciones que gastan cifras similares y obtienen resultados muy inferiores. La clave está en cómo se gasta: educación, vivienda, saneamiento, energía, agua segura y equidad en la distribución de recursos.

Más que atención médica

Desde hace décadas sabemos que la atención médica, por sí sola, explica apenas un 15% de la salud de una población. El resto lo definen los determinantes sociales: pobreza, educación, empleo, hábitat. Sin embargo, persiste la costumbre de confundir salud con atención médica, olvidando que un quirófano no puede compensar un barrio sin cloacas o un chico que se acuesta con hambre.

Nuestro país es un claro ejemplo. En Argentina, el gasto público representa apenas el 38% del gasto total en salud, mientras que el gasto de bolsillo alcanza el 30%. En los países líderes, ocurre lo inverso. Y mientras allí más del 90% de los adultos terminó la secundaria, aquí el promedio es del 56%. La mortalidad materno-infantil refleja esas brechas.

La pobreza como tormenta perfecta

En los países del ranking, un 14% de la población vive bajo la línea de pobreza. En Argentina, ese número asciende al 39%, y la pobreza extrema golpea a más de 2,3 millones de niños y adolescentes. En sus hogares, nueve de cada diez padres carecen de trabajo formal, ocho de cada diez comen mal o poco, y siete de cada diez viven en viviendas precarias. Allí, la “tormenta perfecta” de la pobreza arrasa con cualquier esfuerzo sanitario.

El acceso a la atención médica, aunque alto, no alcanza para revertir esos indicadores. El Programa Sumar y Sumar+ son ejemplos de políticas que ayudan a mitigar daños, pero no sustituyen la acción sobre las causas estructurales. Entre 2022 y 2024, la compra de medicamentos en los sectores más bajos cayó entre un 36% y un 54%, un dato que habla por sí solo.

Lo que los líderes tienen en común

El denominador común de los diez países más saludables no es solo su riqueza, sino la manera en que la utilizan. Alta inversión en determinantes sociales, compromiso estatal para reducir la pobreza estructural y distribución equitativa de recursos. La ley de presupuesto es, en estos casos, una herramienta de salud pública de primer orden.

A partir de allí, la atención médica cumple su rol de “eficiencia de segundo orden”: un modelo de atención claro, financiamiento estable, jerarquización de recursos humanos, políticas de medicamentos y calidad garantizada.

Un espejo incómodo

Argentina financia la atención médica principalmente a través de los salarios formales, pero casi la mitad de su fuerza laboral es informal. Eso significa que una gran parte de la población depende del financiamiento público, que ya es insuficiente. La combinación de alta pobreza, baja inversión pública y fragmentación del sistema nos acerca peligrosamente a otra tormenta perfecta.

No es cuestión de copiar modelos ajenos, pero sí de aprender. Los países que lideran este ranking muestran que se puede invertir bien, reducir inequidades y construir sistemas de salud robustos. Hacerlo requiere decisión política, planificación a largo plazo y un Estado dispuesto a asumir que la salud no se mide solo en hospitales y quirófanos, sino también en cloacas, escuelas y viviendas.

Hay mucho por hacer. Y mucho por aprender de aquellos a los que, objetivamente, les va mejor.

(*) Director del Instituto de Investigaciones Sanitarias de la Seguridad Social y ex Superintendente de Servicios de Salud.

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