Gasto en Salud: fragmentación y desigualdad

El Ministerio de Salud de la Nación presentó un informe sobre la evolución del gasto en salud en Argentina entre 2017 y 2022. El documento confirma una aparente estabilidad del gasto total -entre el 10% y el 11% del Producto Bruto Interno (PBI)-, aunque detrás de ese promedio se esconde una profunda fragmentación y serias inequidades en el acceso a la atención.

El análisis muestra que durante la pandemia de COVID-19, en 2020 y 2021, el gasto sanitario alcanzó sus picos, para luego moderarse en 2022, acercándose a los niveles previos a la crisis sanitaria global. Medido en dólares, el gasto tuvo un retroceso en los primeros años del período, seguido por una recuperación atada a los ciclos de devaluación y apreciación del tipo de cambio.

Uno de los hallazgos más relevantes es el crecimiento sostenido del gasto privado, que a partir de 2018 superó al de las obras sociales como principal fuente de financiamiento. La diferencia en los registros contables, que tiende a subestimar la participación privada, sugiere que este fenómeno podría ser aún mayor de lo que reflejan las estadísticas oficiales.

Según especialistas, este incremento está vinculado tanto a las cuotas de las empresas de medicina prepaga como al gasto de bolsillo de los hogares. Estimaciones citadas en el documento señalan que cerca del 40% de ese gasto privado se destina al pago de primas de cobertura y el 60% restante proviene directamente de los bolsillos de las familias, un indicador de la carga económica que enfrentan los argentinos para acceder a la salud.

Fragmentación y desigualdades

El trabajo es una radiografía del sistema sanitario argentino que arrastra un problema estructural: la falta de integración entre los subsectores y la dispersión de recursos. Al momento del informe existían 296 obras sociales y 674 empresas de medicina prepaga, una fragmentación que dificulta la coordinación de políticas de cobertura.

Dentro de la seguridad social, se observa una marcada desigualdad en la distribución del gasto. Las Obras Sociales Nacionales (OSN) concentran el 75% del financiamiento y atienden al 60% de los beneficiarios, mientras que las Obras Sociales Provinciales (OSP) representan el 25% del gasto pero cubren a cerca del 40% de los afiliados, en su mayoría empleados públicos.

Durante el período analizado, las OSP sufrieron una caída sostenida del gasto en términos reales, con un repunte apenas marginal en 2021 (1,7%). Esto refleja las dificultades de las provincias para sostener el financiamiento del sistema en un contexto de creciente transferencia de responsabilidades desde el Estado nacional hacia las jurisdicciones locales.

Uno de los datos más llamativos del informe es que Argentina destina un volumen de recursos en salud comparable al de países de alto ingreso -entre el 10% y el 11% del PBI-. Sin embargo, los resultados en términos de acceso y calidad distan de los alcanzados por sistemas más integrados y eficientes, como los escandinavos.

El gasto verdaderamente público apenas alcanza los tres puntos del PBI, y dentro de ese total el Estado nacional participa con menos del 20%. El resto recae en provincias y municipios, revela el informe. Esta estructura desigual plantea interrogantes sobre la sostenibilidad futura del sistema y sobre el impacto que tendrá la descentralización financiera en curso.

La combinación de gasto elevado, fragmentación institucional y alta proporción de desembolsos privados revela un sistema de salud presionado por la ineficiencia y la inequidad. El documento concluye con una advertencia: sin estadísticas más precisas y sin registros detallados de cada subsector, resulta imposible evaluar con rigor cómo se distribuyen los recursos y qué impacto real tienen sobre la cobertura y el acceso de la población.